Después de una estadía de 3 meses en Melbourne, regresé a Quito completamente recargada y lista para seguir trabajando en el Proyecto ‘Lagartijas frías’. Al partir de Australia, me informaron que la temporada soleada estaba comenzando en Ecuador, por lo que decidí que la Reserva de Producción Faunística Chimborazo sería un buen sitio para comenzar mi temporada de trabajo de campo del 2022.
El viaje comenzó el 5 de mayo, cuando mis voluntarias y yo viajamos desde Quito hasta el centro turístico comunitario ‘Casa Cóndor’, ubicado a 3800 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m) en la comunidad de Pulinguí, San Pablo. Curiosamente, el nombre de ‘Casa Cóndor’ se debe a la forma de la casa, la cual se asemeja al cóndor andino visto desde las alturas.


Al llegar recibimos una cálida bienvenida por parte de César Concha, quien me ayudó a organizar la logística del viaje, y Manuel Gualancañay, el presidente de Casa Cóndor y nuestro guía durante nuestra estadía.

Este centro turístico comunitario se encuentra en las faldas del enorme volcán Chimborazo que tiene una impresionante altura de 6310 m.s.n.m. Aunque no puede vencer al Monte Everest en términos de elevación sobre el nivel del mar, el Chimborazo es la montaña más alta del mundo si se considera la distancia desde el centro del núcleo de la tierra. De hecho, al estar ubicado cerca del Ecuador, el pico del Chimborazo es el punto de la tierra más cercano al sol.

Los primeros días estábamos llenas de energía y optimismo, confiando en que los días soleados nos acompañarían durante toda la salida de campo. Sin embargo, con el pasar de los días, nos dimos cuenta que el clima en la montaña es muy impredecible, especialmente este año debido a los efectos del fenómeno de La Niña.


Sin embargo, disfrutamos del trabajo de campo en este ecosistema de páramo, que es hogar de vicuñas silvestres (un lindo pariente de las llamas y las alpacas), aves endémicas como la Estrellita del Chimborazo (una especie de colibrí) y, por supuesto, nuestra especie de estudio, la lagartija endémica Stenocercus cadlei.






En los días de lluvia, conversamos con los indígenas que viven en la zona. Tenían mucha curiosidad por el Proyecto ‘Lagartijas frías’ pero al mismo tiempo, se asustaron mucho cuando les mostramos los ejemplares vivos que habíamos capturado. Nos dijeron que culturalmente se les ha enseñado que las lagartijas son criaturas malvadas, que pueden matar a su ganado y causar daño físico a las personas. Lamentablemente, estos conceptos erróneos, sumados al aumento de tierras para uso agrícola y ganadero, son algunas de las razones por las cuales las poblaciones de lagartijas se encuentran amenazadas en esta zona.




Este trabajo de campo llegó a su fin cuando descubrí que la lluvia no iba a parar pronto, y mientras conducía de regreso a Quito, me di cuenta de que había aprendido una gran lección de vida: no puedo controlar todas las cosas, especialmente la naturaleza.

Estefany S. Guerra Correa